¿Será 2018 un año más ciclista en Madrid? Algunas medidas previstas por el Ayuntamiento de la capital para los próximos 12 meses animan a pensar que sí, pero los retos para integrar la bici en la ciudad siguen siendo enormes. Este año se reformarán varias calles —algunas tan emblemáticas como Alcalá (de Ventas a Ciudad Lineal) y Gran Vía— para reducir el espacio para el vehículo privado, ampliar aceras y crear carriles bici. Sin embargo, tanto en Alcalá como en Gran Vía se creará únicamente un carril bici de subida, y además con el polémico diseño de los bulevares (a la izquierda del carril para el transporte público); en el resto de ambas vías habrá que compartir espacio con los coches a través de ciclocarriles.
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La nueva Gran Vía será ciclista Alcalá tendrá un único carril por sentido entre Ventas y Arturo Soria Estos son los nuevos carriles bici que ha diseñado el Ayuntamiento Habrá también itinerarios ciclistas en el Camino de Vinateros y la avenida de Moratalaz (para conectar el parque de O’Donnell con el del Retiro), en la avenida de Burgos y un carril bici paralelo a Madrid Río. Además, se reformará por completo el Anillo Verde Ciclista, que rodea la ciudad en un recorrido de 65 kilómetros.
Una de las medidas más esperadas para lograr una movilidad sostenible es el Área de Prioridad Residencial del distrito de Centro, cuya entrada en vigor se prevé en junio. El Consistorio espera que la iniciativa reduzca un 20% el tráfico, ya que solo podrán circular residentes, transporte público y vehículos comerciales, por lo que muchas calles serán más agradables para pedalear. Este año, además, las bicis públicas de Bicimad se expandirán con 42 nuevas estaciones (hasta las 2.500 bicis) y llegarán a distritos fuera de la M-30 como Ciudad Lineal y Vallecas.
Entre los retos pendientes queda aumentar la red de carriles bici segregados (al estilo del de Santa Engracia) para conseguir aumentar los desplazamientos ciclistas en la capital, que no llegan al 1%, muy lejos de otras capitales europeas y de ciudades como Sevilla o Barcelona que han apostado por una red específica. En Madrid, muchas “infraestructuras ciclistas” se limitan a pintar en el suelo la señal de ciclocarril (un límite de 30 kilómetros por hora que pocos vehículos respetan, ya que prácticamente no hay multas), lo que aumenta la sensación de inseguridad y desanima a potenciales usuarios de las dos ruedas. Además, hay que trabajar por la intermodalidad —hacer más sencillo combinar la bici con otros medios de transporte— e integrar la periferia en esta movilidad sostenible mediante recorridos que enlacen con el centro.